martes, marzo 23, 2010

Y LA SENSIBILIDAD SE HIZO SEVILLANA

| |
0 comentarios

"Cádiz, tacita de plata, Cádiz Plaza de San Juan, Cádiz barrio de la Viña, Cádiz a la orilla del mar".

"Vámonos vámonos, pa Jerez pa Jerez, de la Frontera, que la Feria del Caballo empieza en Mayo, como flor de primavera"

Desde siempre Sevilla le ha cantado a Cádiz en sus sevillanas. Pero en Cádiz no eran muy aficionados a nuestras sevillanas. Por la causa que sea, Cádiz no había dado intérpretes significativos de sevillanas, salvo la gloriosa excepción que representaron Los Doñana y Salmarina y de la que hablaré en su momento.

Los de la Trocha cantaban una sevillana cuyo estribillo decía así: Si canta Malena, la mar se alborota, y baila la arena, de Cádiz a Rota.

Precisamente desde Rota nos llegó la aportación gaditana a las sevillanas, y... ¡qué aportación! Cuatro roteños que responden a los nombres de Miguel, Jesús, Paco y Juan Manuel grabaron en 1.984 su primer disco con el nombre de Ecos del Rocío. Ni su nombre ni los temas de sus primeros discos hacían pensar que iban a ser tan grandes y tan diferentes, si bien es verdad que allí había calidad, voces bonitas, y un tipo de sevillana distinta en su estructura…

Mi pueblo huele a Rocío
Huele a carreta
Marisma en flor
Anda métete el “vestío”
Amárrate el pañuelo
Nos vemos en el río
Búscame Rocío
Donde haya un tambor.

Pero aun no aparecían los rasgos característicos que iban a hacer a Ecos del Rocío grande entre los grandes. ¡El séptimo magnífico!

Poco a poco, Ecos del Rocío va decantándose hacía los temas que le daría auténtica popularidad. En 1.990 “Mi pequeño Manolillo” representa un éxito grandioso, y desde mi punto de vista es el punto de partida del estilo que Ecos implantará como propio y original en las sevillanas, cantándole a temas sobre todo humanos y de extrema sensibilidad. Cosillas de cada día, alegrías cotidianas, pequeños y grandes problemas….el amor, la familia, la droga, incluso el cáncer, y por encima de todo, la mujer. Ecos le ha cantado a la mujer como niña que hace la Primera Comunión, como novia a la que su padre saca de su casa del brazo, como madre que cuida amorosa a su hijo enfermo y como esposa amante después de 50 primaveras. Y no sólo han glosado de la mujer sus virtudes, sino que se han aliado con ella para denunciar mediante sus canciones al agresor de género y defender a la mujer maltratada. Siempre con una sensibilidad exquisita, siempre con un trato elegante,  Ecos del rocío ha tratado con profusión  estos temas, y no es extraño que ganara gran popularidad, especialmente entre el género femenino.

Que un hombre tiene que ser
Buen compañero y “marío”
Y vestirse por lo pies
¿De qué estará hecho el tío
que le pega a una mujer?



El disco de 1.992 representa el espaldarazo definitivo de Ecos. Contenía temas tales como “Hermano pasa de ella”, “María, “Las cincuenta primaveras”. “La gitana”, “Vente a mi casa”. Por primera vez Ecos saca un disco casi exento de temas tradicionales, y dedicado casi todo él a temas sociales: La droga con “Hermano pasa de ella”, los vientres de alquiler con “María”, La fidelidad en el amor con “Las cincuenta primaveras”, el racismo con “La gitana”, la emigración con “Vente a mi casa” y las separaciones matrimoniales y su impacto sobre los hijos con “Carmen Primavera”. Sin duda fue un disco redondo con 8 grandes temas. Después, el éxito rotundo, el fervor popular, la admiración y el agradecimiento del género femenino, el éxito sin precedentes, hasta el punto de ser los intérpretes de sevillanas que más discos han vendido en muchos años desde entonces. Trece discos de oro y dos de platino les alumbran.

Hay otra cualidad que no he reseñado: la sencillez. Estos cuatro genios del cante por sevillanas, que reconocieron cantando su admiración por sus en tiempos maestros y espejo en el que mirarse, y más tarde amigos, Los Romeros de la Puebla, son gente sencilla, hombres del pueblo llano a los que el éxito no ha cegado con su deslumbrante luz; y es por eso que cantan tan bien temas tan sensibles y delicados. Os pediría que sigáis siempre así, pero ni tan siquiera es necesario, ya que sé que no vais a cambiar a estas alturas.

Hasta aquí llegó a la reseña de los 7 grupos magníficos y El Pali. Pero todavía queda mucho que hablar sobre los intérpretes de sevillanas. Hay muchos que quizás mucha gente considere que deberían de estar en este grupo de grandes, aunque yo considero que quedaron un escalón por debajo. Y otros muchos con los que la gran mayoría coincidirá en mi apreciación de que quedaron un escalón por debajo. De ellos iré hablando en lo sucesivo.

Les dejo una sevillana de su primer disco, en 1.984, lejos aún de lo que sería el estilo que los encumbró.
Leer más...

lunes, marzo 08, 2010

DE AQUELLOS COLEGIOS (II)

| |
3 comentarios

Quedé en escribir la segunda parte sobre los colegios de antaño, y en especial sobre todo lo relacionado con el instrumental que tenía uno que llevar al mismo.

En primer lugar estaba el uniforme. Personalmente no lo usé salvo en el colegio de San Luis Gonzaga donde era obligatorio llevar un babi a rayas blanco y azul, que con mayores o menores variantes en las rayas era muy común  para muchos colegios. Sin duda eran mucho más vistosos los uniformes de las niñas, en especial los de las Irlandesas y las Esclavas. Se me ha olvidado citar, por si alguien no lo sabía, que en aquella época no había colegios mixtos. Como rezaba la canción, los niños con los niños y las niñas con las niñas, que lo contrario podía dar lugar a pensamientos pecaminosos. Así pues, aunque los uniformes femeninos fueran más bonitos y vistosos, los chicos sólo podíamos verlos pasar.

A cuento de esto que he citado sobre los uniformes, tengo que sacar a colación la dificultad que entrañaba vestirse decentemente en aquellos años. Por ejemplo, para confeccionar los babis de los colegios, se solía comprar la tela y si se sabía coser se hacía en la propia casa, o si no se buscaba una modista. Las modistas (que ejercían lo que hoy se ha dado en llamar economía sumergida, o sea, que cosían en sus casas por encargo para las vecinas, sin seguro ni nada que se le pareciera) en aquella época florecían por doquier; y era normal en un mundo en que coser era tremendamente necesario. Se remendaban los rotos en la ropa, principalmente en chaquetas, pantalones y vestidos, se cosían hasta los zancajos en los calcetines y las carreras en las medias, se arreglaban los zapatos y los paraguas como he dicho en post anteriores, y si se quería comprar algo ya confeccionado, cosa que normalmente se hacía antes de Semana Santa para poder estrenar el Domingo de Ramos (existía un dicho popular: “Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos”), se tenía que recurrir a la figura del ditero.




El ditero era uno de esos personajes habituales en las casas de vecinos. Seguramente porque yo lo veía acudir con bastante frecuencia a las puertas de los vecinos a reclamar su pago mensual es por lo que para mí era un personaje familiar. En mi inocencia infantil jamás asocié esa figura familiar a lo que en realidad era: un parásito, un ser detestable que aprovechaba la pobreza de la gente para enriquecerse exprimiendo su exiguo peculio hasta límites insospechados. Aunque bien mirado, esa figura no sólo existía cuando yo era pequeño, ya que seguramente ha existido en todas las épocas de la humanidad, y de hecho aunque enormemente cambiados y bajo una apariencia de gran respetabilidad siguen existiendo hoy en día, aunque su “modus operandi” ahora es intervenir en grandes operaciones y no en minucias como entonces.

En fin, que si querías estrenar el Domingo de Ramos o como consecuencia de cualquier otro acontecimiento, llamabas al ditero, y éste te firmaba un recibo a favor de la Nueva Ciudad, o de la Ciudad de Londres, e ibas allí, comprabas lo que querías y a cambio entregabas el vale, con lo que estabas declarando que eras un pobretón de solemnidad que tenías que recurrir a los diteros,  y luego el chupasangre te lo iba cobrando mes a mes, en cómodos plazos debidamente incrementados con un interés bestial.


(Cartera de cuero, usual entre los chiquillos en aquellos años en los colegios)

Pero bueno, esto iba de colegios y de artilugios propios de ellos. Tampoco es que haya mucho que contar, ya que lo que se llevaba era lo normal: bolígrafo, lápiz, goma de borrar Milan (nótese que hablo en singular, ya que esas cosas se compraban de una en una), cuadernos (que ya los había de una raya, de dos y cuadriculados), alguna pluma y su correspondiente palillero así como un papel secante, y los libros necesarios, generalmente el de Álvarez correspondiente al ciclo en el que estuvieras. Todo ello se portaba en una maleta. Mi maleta era heredada de mi hermano, eso si, recuerdo que de cuero, aunque algo ajado por el uso. Pero el artilugio que a mi me llamaba la atención sobre todos era el plumier. Yo tenía un plumier normalito, pobretón; por eso cuando algún chiquillo sacaba un plumier grande y alto que ante mi mirada atónita se desplazaba en sentido circular por su mitad exhibiendo majestuoso dos pisos, yo me moría de envidia.
    
                                       


Pero bueno, la envidia era solo un momento, ya que afortunadamente, y pese a lo duro de la época, los chiquillos siempre teníamos un gran aliado para no pensar nunca en penas: el juego. Y siempre había otros chiquillos dispuestos a jugar en grupo; en el colegio y en las calles del barrio. Es curioso que los chiquillos de grandes y vistosos plumieres solían ser chiquillos poco callejeros, de esos que sus padres iban a llevarlo a la entrada y recogerlo a la salida (cosa poco habitual entonces ya que la mayoría de chiquillos iba andando, y en muchos casos distancias bastante respetables). En fin, tal vez gozaban mucho de sus plumieres, pero se perdían la esencia de ser niño en aquella época: la vida en la calle, el juego en grupo, la camaradería y la amistad.

Y así, se pasaba el tiempo y se iba uno instruyendo para ser hombre de bien el día de mañana. Viendo cómo hoy en día cualquier chiquillo tiene miles de oportunidades que antes a muchos les estaban vetadas, y viendo además cómo muchos las desaprovechan o echan en saco roto las enseñanzas que reciben, escogiendo un camino poco claro, siento que la infancia de mi generación, pese a todas las dificultades, puede considerarse afortunada.
Leer más...

Custom content