sábado, diciembre 24, 2011

SE PERDIERON TANTAS COSAS (XII)

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LOS CARQUIÑONES.- No crean vds. que comer pasteles en aquellos años era tarea fácil. Había pastelerías, naturalmente, pero los pasteles eran caros y las familias humildes sólo pedían permitirse un dispendio de gasto en pasteles a lo mejor algún domingo que otro y como cosa especial.

No obstante había unos pastelillos que vendían en las propias confiterías o en los obradores directamente… ¡Y sabían a gloria!

Los carquiñones eran unos pastelillos que los obradores elaboraban a partir de las sobras de todos los demás pasteles que hacían. Eran muy baratos, ya que en realidad estaban hechos de sobras que carecían ya de valor para el obrador, puesto que seguramente estaban bien cobradas en sus pasteles de origen. 

Cuando mi madre llevaba a casa unos carquiñones que había comprado, aquello era una fiesta. Y es que a falta de pasteles de los que se exhibían en los escaparates de Los Angeles, Filella u Ochoa, los carquiñones eran más que dignos sustitutos, a un precio asequible y con un sabor realmente genial.

LAS CAJAS DE MEMBRILLO.- No se han perdido las cajas de lata en la que reposa el dulce de membrillo (por “carne membrillo” la conocemos en Andalucía) antes de ser degustado, pero sí se ha perdido su presencia en la mayoría de casas como ocurría antiguamente, y lo curioso es que casi todas las familias tenían una o más cajas de membrillo incluso aunque en su vida hubieran comprado una.

¿Cuál era la utilidad de estas cajas? Pues simplemente guardar fotos, cartas y documentos. En vez de álbum de fotografía, archivador o cualquier otro artilugio, las cajas de membrillo cumplían el papel clasificador y conservador de toda clase de papeles (incluso importantes) y fotografías.

¡Cuántas veces vi, no sólo en mi casa sino también en las de familiares o vecinos, al ama de casa cogiendo su preciada caja y sentándose a la mesa para enseñarle a la visita fotos, al igual que hoy se enseña un álbum! ¡Y cómo era aquél momento de expectante! ¡Cómo me gustaría retrotraerme al pasado y volver a ver esas ingenuas caras de expectación, tanto de niños como de mayores, mientras la tapa se levantaba solemnemente; como si de aquella caja fueran a salir las siete maravillas del universo!



LOS PAVOS Y LOS POLLOS.- Cualquiera que lea esto pensará que se me ha ido la cabeza. ¿Se han perdido los pavos y los pollos? ¿Pues no resulta que siguen estando en nuestras mesas las noches de Navidad?


Bueno, vayamos por partes. Evidentemente no se han perdido los pavos y los pollos, pero si que se han perdido aquellos pavos y aquellos pollos que yo recuerdo.

Hoy en día, en las mesas navideñas no sólo florecen pavos y pollos, sino que compiten con ellos los besugos, gambas, langostinos, corderos, cerdos, bueyes y casi todos los elementos comestibles de la fauna, amén de cualquier otra cosa no animal que merezca ser comida.

Pero en las Nochebuenas de los años 50 y 60 no era posible llenar la mesa de suculentas viandas. A lo máximo que podían aspirar en mi casa (y en la mayoría de las casas) era a comprar un pollo que poner en la mesa esa noche, lo cual era un acontecimiento extraordinario porque no era algo que se comiera todos los días precisamente. 

Debajo de los arcos de la calle Pastor y Landero, justo al lado de la entrada al mercado de entradores, alguien (supongo que con permiso del Ayuntamiento), en llegando estas fiestas navideñas montaba un improvisado corral con vallas de madera y exhibía pollos y pavos vivos. En mi casa, cada año hacían el esfuerzo económico de comprar un pollo que mi abuela (subiendo discretamente a la azotea para evitar que los niños viéramos el desagradable espectáculo) se encargaba, pertrechada de un gran cuchillo, de matar. Aquel pobre animal que sólo horas antes estaba vivo, convenientemente cocinado con una salsa exquisita de aceite, vino y ajo, nos sabía a gloria cada 24 de Diciembre. Y esto era porque, aunque a cualquiera hoy en día pueda parecerle mentira, el pollo era un artículo de lujo en aquellas fechas.

¡Y pensar que ahora, cada 24 de Diciembre (igual que el resto de los días), sobra escandalosamente comida en nuestras mesas, que en muchas ocasiones tiramos a la basura porque llenamos el ojo antes que la barriga!


Aprovecho para desear Felices Fiestas y un próspero Año Nuevo a mis lectores.
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